“No puedo hacer cosas grandes. Lo que quiero es hacer aún las cosas más pequeñas para la mayor gloria de Dios”
– Santo Domingo Savio.
Muchas veces me cuestiono esto, y creo que todos los que profesamos la fe nos lo hemos preguntado al menos una vez en la vida, verdaderamente ¿Puedo ser santo?
Una gran forma de encausar esta pregunta es asimilando el concepto de santidad. ¿Qué es la santidad? ¿Es la renuncia absoluta a todo lo divertido, a lo que me gusta, me apasiona, a los placeres del mundo y a las dichas que este provee? Para después preguntarnos: ¿Quién puede ser santo? ¿Aquellos que escogen el hábito de monja o el alba del sacerdote?, ¿Aquellos que se enjaulan en las cuatro paredes de un templo, repitiendo oraciones sin cesar y dándose golpes de pecho?
Realmente existen muchas dudas sobre este tema, pero una gran forma de comprender este gran anhelo, se puede entender desde la vida de aquellos que lo han logrado. La santidad es un estado de amistad continuo con Dios, en palabras de Santa Teresa de Ávila es “ya no querer otro amor”, y saber que “mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado”.
La santidad es saber que a pesar de que estar en el mundo, no se vive para él. Por ello, un alma que anda en amor, sabe discenir sobre aquello que la edifica y acerca al Señor. San Pablo mismo nos lo recuerda: “Todo me es lícito, pero no todo me conviene, todo me es lícito pero no todo edifica” (1 Cor. 10, 23)
¿Quién puede ser santo? Todos. Nuestra vocación sin importar si somos sacerdotes, religiosas, casados, solteros, comprometidos, hombres, mujeres, jóvenes o ancianos, está en amar, esa es la vocación universal a la que cada hombre y mujer está llamado.. “porque comprendí que sin el amor, todas las obras son nada, incluso las más brillantes” (Santa Teresita del Niño Jesús)
¿Cómo puedo llegar a ello? En primer lugar, con una relación única con el Señor. Cada camino es único porque cada uno de nosotros fuimos pensados con cualidades especiales para realizar nuestra misión en la tierra. La Santa Misa, la Eucaristía, la Confesión constante, la Oración, y el Santo Rosario son el kit básico para la santidad acorde con el Beato Carlo Acutis. Todo esto es herramienta para encontrarnos con el Señor de manera cada vez más auténtica.
Ser testigos del amor, es ser nosotros mismos, transformados por nuestra amistad con Dios en el mundo. En todos los lugares, y en cada momento, cuando es fácil, cuando se complica, ahí es el momento preciso para conquistar corazones, siempre a través del testimonio.
“la verdadera enseñanza que trasmitimos es lo que vivimos; y somos buenos predicadores cuando ponemos en práctica lo que decimos” (San Francisco de Asís)
Tú puedes ser santo, y no es sólo una posibilidad, sino es que tu llamado. Aspirar al anhelo más grande del corazón es vivir plenamente cada momento de tu vida, porque Cristo es quien vive en ti.
Marcos Daniel Ortiz – miembro de Católico en Serio