Me pregunto si alguna vez has estado en una dieta, ya sabes: en donde ciertos alimentos quedan prohibidos, ocho vasos de agua al día, nada de harinas ni azúcares y camino libre a todas las verduras, en especial a las de color verde.
En realidad, yo nunca he estado a dieta, bajo régimen alimenticio estricto; pero te he de contar que desde hace un par de meses he tratado de cuidar mucho más mi alimentación y mis hábitos en general.
Cuando decidí empezar con un estilo de vida más saludable, comencé pesándome en una báscula digital (para que no hubiera confusiones en la lectura de los números), después me inscribí al gimnasio y me comprometí a tener un termo de agua al lado de mí todo el tiempo, entre otras cosas.
Semana con semana, me he pesado en la misma báscula y he estado anotado los resultados. Para mi sorpresa, los números no fueron decreciendo constantemente. A veces me mantenía en mi mismo peso, otras semanas pesaba incluso más de lo que pesaba inicialmente y otras, bajaba de peso de 1 a 2 kilos.
Cada decisión pesa. En todo este tiempo ha habido espacios en donde la comida es abundante y rica en calorías, así como ha habido días estresantes en donde por ansias me encuentro dando vueltas en la cocina, así como también ha habido días increíbles en donde ni el ejercicio, ni la comida ni el agua fallan.
Aquí no hay engaño, cuando llega el día para pesarme, es un momento para reflexionar sobre las decisiones que tomé durante los días pasados. No hay forma de maquillar la realidad, de nada sirve excusarme porque es resultado es lo que es, la suma de todas mis decisiones.
Así es la vida, es la suma de las decisiones que tomamos a lo largo de los días, meses y años, bajo las condiciones en las que se nos presentan las situaciones.
La vida se puede vivir en un instante si se toma la decisión correcta.
Un verdadero maestro no califica el producto final de un proyecto, sino que analiza todo el proceso del alumno para comprender mejor su resultado.
Tu vida es un proceso de perfeccionamiento y cada decisión que tomas deja huella en tu camino. Así como es importante cuidar el cuerpo, es de suma importancia una mente y alma sanas.
Hoy me gustaría que lográramos cambiar nuestra percepción del concepto de disciplina. Pensamos que la disciplina es sólo para cierto tipo de personas… como atletas de alto rendimiento o artistas de cine que necesitan tener una vida en completo orden. Igual pudiéramos pensar que la disciplina es algo que se desarrolla en la niñez y por lo tanto, ya no hay nada que hacer con nosotros mismos.
La disciplina es un camino real y práctico para la libertad. Te permite dominarte… cuando ya no quieras estudiar o trabajar, te ayuda a comprender que sí puedes dar un poco más de ti; cuando te caes de sueño o se te antoja un poco más de comida, la disciplina te recuerda que “no sólo de pan vive el hombre” (Mt. 4, 4) y más importante, cuando atraviesas por pequeñas o grandes tentaciones, la disciplina te recuerda que fuiste hecho para más, hecho para la vida y no para el pecado.
La palabra “dominio” en palabras nuestras, significa tener el control de las cosas, pero si lo analizamos más profundamente te darás cuenta de que Dios le dio el dominio a Adán y a Eva sobre el resto de la naturaleza. Dominio significa ser dueño o señor de algo. Por ello, el domingo es el día del Señor, porque Jesús es el dueño de la vida, Él venció la muerte, dominó el tiempo y se encarnó para salvarnos. El hombre domina la tierra porque tiene las facultades para cuidar de ella, desarrollarla y admirarla.
Tú estás llamado a dominarte, a ser dueño de ti mismo, a poseerte. Aquel que es dueño de sí mismo es libre. Muchas veces somos esclavos de nuestros malos hábitos, de nuestros vicios y caprichos. Por ello, una decisión a la vez, algunas batallas al día y en poco tiempo comenzarás a ser más libre, cada vez más dueño de ti.
Pide al Señor, la fuerza y la disciplina necesaria para vencerte todos los días, porque entre más libre seas, más auténticamente podrás amarte, amar a los demás y sobre todo a Dios.
Recuerda que todo suma, cada vez que te levantas temprano, que te das el tiempo para ir a misa e incluso para llegar unos minutos antes y entrar en sintonía, cada vez que regalas una sonrisa aún en tus días malos, cada vez que decides leer en lugar de ver Netflix o cada vez que decides escuchar a un amigo aun cuando tienes muchas cosas por hacer, estás siendo más dueño de ti.
Todo cuenta y haz que cuente bien. Cuando algo te cueste trabajo, ofrécelo por alguien más, por alguna situación. Haz que todo tenga un sentido trascendente, haz que todo tu esfuerzo gire en torno a una meta: la santidad.