El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: ¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo.
– Evangelio según San Lucas 1, 28
Durante el mes de Marzo se celebra una de las solemnidades más bellas para la Iglesia: la Anunciación del Señor. Tomando en cuenta que celebramos el nacimiento de nuestro Señor el 25 de diciembre, no es necesario hacer grandes cuentas para dar lugar a esta fiesta. En esta solemnidad se recuerda y se vive uno de los momentos más decisivos de la historia de la humanidad y de nuestra fe. La historia de la redención de la humanidad toma forma concreta cuando el Ángel se dirige a la joven María para hacer una de las invitación más inusuales que alguien podrá jamás recibir: “Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;
él será grande y será llamado Hijo del Altísimo.” (Lc 1, 31-32.)
La respuesta de María que en primer instante fue de gran sorpresa, nunca estuvo llena de dudas, porque su confianza estaba en el Señor. Así pues estamos llamado a aceptar toda invitación que nos hace el Señor para nuestras vidas.
En tiempos donde la maternidad, dar vida y la familia corren riesgo; en donde muchos jóvenes han caído en la tentación de pensar que traer hijos al mundo es traerlos a sufrir, a padecer las malas decisiones de la humanidad. Ya no hay espacio para alegrarnos ni celebrar la vida. Si recordáramos que lo que Dios nos dice: “Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza.” (Jer 29, 11.) Estos falsos temores perderían su fuerza y celebraríamos con todo nuestro corazón cada vida que se gesta en el vientre de su madre.
Por eso es importante recordar este día, inclusivo celebrarlo con la misma alegría que el nacimiento de Jesús, porque sin esa mujer decidida, valiente y sobretodo confiada en Dios y su respuesta “hágase en mí”, hoy no tendríamos un Salvador.
Cada mujer embarazada tiene la oportunidad de hacer una gran aportación al mundo. De responder a la invitación que el Señor le hace y de dar esperanza a este mundo que tanta sed tiene de Dios.
Marcos Daniel Ortiz